Carmela Carvajal y Arturo Prat: Un Gran Amor

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21 años tenía Carmela Carvajal y 25 Arturo Prat cuando el 5 de mayo de 1873 se casaron en la iglesia del Espíritu Santo, ubicada frente a la Plaza Victoria en la ciudad de Valparaíso. La casa de la novia estaba tan cerca de la iglesia que se extendió una alfombra roja desde ahí hasta las graderías del templo. La ceremonia la realizó el sacerdote Francisco Salas Portales y los padrinos fueron Rosario Chacón de Prat y José Jesús Carvajal. Los testigos fueron Jorge Montt, Eulogio Varas y Bernardo Chacón.

Carmela Carvajal nació el 16 de julio de 1851, en Quillota, hija de don Diego Carvajal y Zárate y doña María Briones Inzunza. Tuvo tres hermanos: José Jesús, Bernardo y David. La familia vivió en Quillota hasta que falleció don Diego Carvajal, luego Carmela y sus hermanos debieron trasladarse a la ciudad de Valparaíso, cuando ella tenía 11 años de edad. Doña María Briones falleció en Valparaíso, momento en que su hermano mayor, José Jesús, pasó a ser el tutor de Carmela.

En Valparaíso estudió en un colegio de a alguna congregación religiosa, cuyo nombre no se tiene certeza. Habría sido allí donde aprendió francés, lo que despertó en ella el interés por la lectura de libros franceses, además de tejer y bordar.

La vida social que desarrolló Carmela se reducía a fiestas familiares, tertulias, visitas, asistencia a misa, procesiones y novenas, ya que las jóvenes de aquella época no podían salir solas a la calle y el contacto con los hombres sólo era a través de miradas. Siendo niños Carmela conoció a Arturo, hecho que ella manifiesta en una carta dirigida al Señor Ezequiel Pérez Uribe, fechada el 8 de julio de 1886, amigo de Arturo residente en Lima, quien le devolvió una fotografía de Prat: 

"... al contemplar esa imagen adorada, que me recuerda una época muy feliz de mi vida: el principio de nuestro tímido afecto de niños, que llegó a ser el único cariño de toda nuestra existencia". 

Fue sin lugar a dudas un amor a primera vista. Carmela comenzó a escuchar los elogios que el cadete Prat hacía en las tertulias familiares de los Chacón, las que se realizaban en la casaquinta de don Pedro Chacón, donde Arturo iba como nieto y Carmela como cuñada de Concepción.

La época en que Carmela y Arturo se conocieron y sobre todo los comienzos de 1870, estuvo marcada por fuertes cambios, con una población que apenas alcanzaba los dos millones de personas. Si bien, la clase dirigente seguía siendo la misma desde fines del siglo XVIII, la minería, las exportaciones y la banca habían dado origen a un nuevo grupo de hombres con alto poder adquisitivo. Por lo que la vieja aristocracia se dividió entre aquellos que intentaron hacerle el peso a los nuevos ricos, viviendo de deudas e hipotecas, y aquellos que rechazaron ese estilo de vida continuando con una vida ordenada y tranquila. A este grupo perteneció la familia Prat Carvajal: una familia austera y profundamente católica.
 
Amor a toda prueba

Carmela y Arturo estuvieron casados sólo seis años, tiempo en el que además de cultivar un gran y consolidado matrimonio, también debieron estar separados por largos periodos, debido a los embarcos de Arturo, por lo que su relación estuvo marcada por la distancia.

Carmeja Carvajal tocaba el piano y ella le enseñó a su esposo algunos temas, quien durante las largas estadías en el norte, con su buque estacionado en Mejillones, se deleitaba practicando polkas y canciones extranjeras.

La primera separación ocurrió dos meses después de su matrimonio, Arturo debió zarpar al norte, para cumplir con los deberes que implicaba su servicio. Sin embargo, en la lejanía estuvo presente una fecunda comunicación epistolar que ambos se enviaban y en las cuales además de enfatizar el gran amor que el uno sentía por el otro, se escribían acerca de cosas tan triviales como cuentas y problemas domésticos. Porque Carmela era su amiga y su confidente, le contaba todo: negocios, compras, arriendos, además de considerar de manera positiva las decisiones que su esposa tomaba.

“Mañana a las 6:00 A.M saldremos i espero en Dios, confiado, que entre el 10 i el 11 estaré deleitándome en tus ojos i entre tus brazos estrecho.
Bien mío: no vayas a encontrarme mui pelado, porque a decir verdad, tu remedio poco o nada me ha hecho i yo creo notar que la calvicie marcha a pasos agigantados…
Recibe mi vida, el más dulce, armonioso i ardiente beso que puede enviarte tu esposo que tanto te amas. Arturo”

“Desde que me separé de ti pasa el tiempo con una lentitud insoportable, años se hacen las horas, siglos los días esperando anheloso aquél en que de nuevo pueda estrecharte contra mi corazón Arturo”.

Entre 1875 y 1878 el matrimonio vivió una etapa diferente. Las separaciones fueron esporádicas y fue momento para la llegada de una nueva hija, para que Arturo se titulara de abogado y ascendiera en la Marina, siendo nombrado Comandante de la “Esmeralda”. No obstante, esto cambió radicalmente al año siguiente, en 1879, tiempo en que Arturo debió permanecer en el norte y participar del bloqueo en Iquique, donde finalmente perdió la vida en el Combate Naval de Iquique el 21 de mayo de ese año.
La vida de doña Carmela Carvajal siempre estuvo dedicada a sus hijos y a su marido. Sin embargo, debió enfrentar difíciles momentos sola, como la muerte de su primera hija y la temprana viudez, que se inició cuando ella tenía 27 años de edad, momento que continuó fiel al amor que sentía por su marido y además de mantener el luto, nunca volvió a casarse.